martes, 4 de junio de 2013

Miser Ouroboros

Aun cuando el Fénix parece renacer de su propia incineración, vuelve a deleitarse masticando sus entrañas y derritiendo sus escamas de acero con incandescentes colmillos en el eterno ciclo de una constante catarsis que calcina el fuego del recuerdo con afiladas saetas del pasado al atravesar murallas de hielo.
Es por ello por lo que en su vuelo sólo le acompañan pompas de putrefacción, por lo que maldice la existencia, por lo que arrastra un menhir de lamentaciones, por lo que desangra las cicatrices del denso humo de la esperanza...
   

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